Cuando era pequeño , recuerdo que en casa de mi madre el viernes santo se tomaba pescado en la comida. Por la tarde, en el campo, organizaba lo que ella llamaba colación. Consistía en un merendolón a base de picatostes y bollería , con chocolate, café o té y varios tipos de tartas. Acudía mucha gente de la zona y primos y parientes. Un sentido del ayuno muy particular. El domingo de resurección escondía huevos de pascua en un lugar llamado el costero de los almendros. Los escondía entre las matas de tomillo y romero y también en las esparragueras . Los había dejado allí para nosotros, una cigüeña . La famosa cigüeña pitusa que también traía a los niños desde París. El campo era mágico. Mi madre nos llevaba a misa y a las estaciones, que eran un rollazo importante y obligado. Salvo esas obligaciones tan pesadas, el resto de nuestra vida allí era una costante aventura. Probablenete , salvo fuerza mayor, no volveré nunca a esa casa , pero guardo muchos recuerdos entrañables de las vacaciones allí. Normalmente pasabamos semana santa y el final de verano durante la vendimia y el verdeo. A veces también unos días en Mayo Junio cuando éramos muy pequeños. Nos quedábamos con el abuelo. El campo era muy diferente. Había ovejas, mulas, burros , caballos y toros de lidia. Merodeaban los lobos y algunas noches ponían carrancas en el cuello a los mastines. El campo era un mundo propio , lejos de este.
La pobreza de la gente de campo era diferente a la de la ciudad. Conocí ambas. En la ciudad era una miseria oscura, lúgubre y enfermiza. Por dura que fuera , la pobreza del campo no tenía esa oscuridad.
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Cuando era pequeño , recuerdo que en casa de mi madre el viernes santo se tomaba pescado en la comida. Por la tarde, en el campo, organizaba lo que ella llamaba colación. Consistía en un merendolón a base de picatostes y bollería , con chocolate, café o té y varios tipos de tartas. Acudía mucha gente de la zona y primos y parientes. Un sentido del ayuno muy particular. El domingo de resurección escondía huevos de pascua en un lugar llamado el costero de los almendros. Los escondía entre las matas de tomillo y romero y también en las esparragueras . Los había dejado allí para nosotros, una cigüeña . La famosa cigüeña pitusa que también traía a los niños desde París.
El campo era mágico. Mi madre nos llevaba a misa y a las estaciones, que eran un rollazo importante y obligado. Salvo esas obligaciones tan pesadas, el resto de nuestra vida allí era una costante aventura. Probablenete , salvo fuerza mayor, no volveré nunca a esa casa , pero guardo muchos recuerdos entrañables de las vacaciones allí. Normalmente pasabamos semana santa y el final de verano durante la vendimia y el verdeo. A veces también unos días en Mayo Junio cuando éramos muy pequeños. Nos quedábamos con el abuelo. El campo era muy diferente. Había ovejas, mulas, burros , caballos y toros de lidia. Merodeaban los lobos y algunas noches ponían carrancas en el cuello a los mastines. El campo era un mundo propio , lejos de este.
La pobreza de la gente de campo era diferente a la de la ciudad. Conocí ambas. En la ciudad era una miseria oscura, lúgubre y enfermiza. Por dura que fuera , la pobreza del campo no tenía esa oscuridad.
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