146 X 114 cm . Este cuadro es el segundo de tres del mismo formato, 80 figura, que pinté en el invierno de 1993. el primero de ellos se perdió en un incendio. Este lo salvé y lo limpié con mucha paciencia porque había quedado negro de hollín. Aquel año pinté algunos más en otros formatos. Está pintado únicamente con blanco de zinc y tierra sombra.
Siempre me ha resultado violento y difícil poner precio a un cuadro. Me atengo a los precios en los que he vendido en galería. A los amigos les quito el tanto por cuento que se quedaba la galería. Me parece extraño cambiar un cuadro por dinero. Todos los pintores lo hacen y están de hecho deseando hacerlo. Hay una parte lógica. Hay otra parte del asunto, a la que yo me refiero, que me es extraña y me violenta. Vender un cuadro es una alegría. Ganas dinero con tu trabajo. Hay quien lo aprecia y paga por llevarlo a su casa o como buena forma de inversión. Todo me parece bien , pero un cuadro no es exactamente un producto de consumo y esa otra zona que es “espiritu” o materialmente intangible, es lo que me resulta incómoda llevarla a ajustar un precio siendo paradójicamente una parte importante de lo que determina su valor , no exactamente su precio, que eso es otro asunto. Entiendo el valor pero me cuesta entender el precio. El valor que concedo a mis cuadros , a unos más y a otros menos , es muy relativo y en mi insatisfacción suele ser bajo. De ahí , y del respeto al dinero ajeno, parten mis prejuicios.
3 comentarios:
146 X 114 cm . Este cuadro es el segundo de tres del mismo formato, 80 figura, que pinté en el invierno de 1993. el primero de ellos se perdió en un incendio. Este lo salvé y lo limpié con mucha paciencia porque había quedado negro de hollín. Aquel año pinté algunos más en otros formatos. Está pintado únicamente con blanco de zinc y tierra sombra.
Precioso, me encantaría ver los otros formatos.
Siempre me ha resultado violento y difícil poner precio a un cuadro. Me atengo a los precios en los que he vendido en galería. A los amigos les quito el tanto por cuento que se quedaba la galería. Me parece extraño cambiar un cuadro por dinero. Todos los pintores lo hacen y están de hecho deseando hacerlo. Hay una parte lógica. Hay otra parte del asunto, a la que yo me refiero, que me es extraña y me violenta. Vender un cuadro es una alegría. Ganas dinero con tu trabajo. Hay quien lo aprecia y paga por llevarlo a su casa o como buena forma de inversión. Todo me parece bien , pero un cuadro no es exactamente un producto de consumo y esa otra zona que es “espiritu” o materialmente intangible, es lo que me resulta incómoda llevarla a ajustar un precio siendo paradójicamente una parte importante de lo que determina su valor , no exactamente su precio, que eso es otro asunto. Entiendo el valor pero me cuesta entender el precio. El valor que concedo a mis cuadros , a unos más y a otros menos , es muy relativo y en mi insatisfacción suele ser bajo. De ahí , y del respeto al dinero ajeno, parten mis prejuicios.
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