Cuando paso algún fin de semana en Altomira suelo hacer pequeños dibujos influídos por ese paisaje. Nada literal. El pequeño valle entre Vellisca y las colinas que ocultan Huete , ha sido el motivo de muchos dibujos. Todo muy simple de momento. El arroyo que serpentea por su superficie ondulante nace poco más al Norte y se llama Riansares. Probablemente sea el paisaje de mi vejez. No tengo ni arraigo ni recuerdos ni es nada cercano a una patria chica. Soy extranjero , por bien que me acojan. Y seguramente lo seré el resto de mi vida. Acepto ser apatrida. La Sierra, que es la que lleva por mombre Altomira , no me interesa demasiado salvo su magnífico nombre. Es el valle el que me parece un buen motivo y especialmente las colinas que lo separan del valle del Oeste de Huete. Algunos dibujos me gustan más que otros y algunos cuadros que luego he ido pintando en el estudio también me gustan más que otros. Este , concretamente, no me gusta. Es tan reciente que está en el momento de detestarlo. Luego tal vez lo olvide o tal vez lo destruya. El tiempo dirá. El camino por el que suelo caminar arranca en una fabrica de aceite artesanal que ya he metido en varios cuadros desde hace unos años . El aceite es ecológico y muy sabroso. La fábrica tiene una antigua chimenea que es un tesoro de ladrillo rojo. Una obra magnífica de albañilería muy especializada que en este caso hizo un hombre , del que me contaron que acabó sus días muerto en un fatal accidente mientras trabajaba en la construcción de una chimenea. Una mala caída.
Los caminos serpentean el valle. Unos van de linde a linde , otros se pierden más allá de las colinas del horizonte. La carretera comarcal cruza el rio por dos pequeños puentes y va dando suaves giros aquí y allí a lo largo del paisaje. Es la que me lleva a Huete cuando voy a la farmacia o a comprar perrunillas sin gluten o dar una vuela y tomarme un buen café en un bar en el que lo hacen bien cargado.
El cielo allí no me llama la atención especialmente. Lo cruzan muchos aviones que llegan a Madrid desde el Norte y el Este. En los días sin nubes el cielo está cruzado de lado a lado por las estelas blancas que van dejando los aviones. Aquel cielo azul intenso de Bonabal aquí no exite. La luz es más pálida, más blanca. En otoño sí se enciende el horizonte en la puesta de Sol y la luz es maravillosa , especialmente si ha llovido. La sierra se vuelve morada y la tierra del valle oro y naranja y los calveros calizos parecen de marfil, la carretera una cinta de plata vieja que aparece y desparece entre las ondulaciones del valle. Simpre allí, he mirado más la tierra que el cielo.
4 comentarios:
Óleo tela.
Cuando paso algún fin de semana en Altomira suelo hacer pequeños dibujos influídos por ese paisaje. Nada literal. El pequeño valle entre Vellisca y las colinas que ocultan Huete , ha sido el motivo de muchos dibujos. Todo muy simple de momento. El arroyo que serpentea por su superficie ondulante nace poco más al Norte y se llama Riansares. Probablemente sea el paisaje de mi vejez. No tengo ni arraigo ni recuerdos ni es nada cercano a una patria chica. Soy extranjero , por bien que me acojan. Y seguramente lo seré el resto de mi vida. Acepto ser apatrida. La Sierra, que es la que lleva por mombre Altomira , no me interesa demasiado salvo su magnífico nombre. Es el valle el que me parece un buen motivo y especialmente las colinas que lo separan del valle del Oeste de Huete. Algunos dibujos me gustan más que otros y algunos cuadros que luego he ido pintando en el estudio también me gustan más que otros. Este , concretamente, no me gusta. Es tan reciente que está en el momento de detestarlo. Luego tal vez lo olvide o tal vez lo destruya. El tiempo dirá. El camino por el que suelo caminar arranca en una fabrica de aceite artesanal que ya he metido en varios cuadros desde hace unos años . El aceite es ecológico y muy sabroso. La fábrica tiene una antigua chimenea que es un tesoro de ladrillo rojo. Una obra magnífica de albañilería muy especializada que en este caso hizo un hombre , del que me contaron que acabó sus días muerto en un fatal accidente mientras trabajaba en la construcción de una chimenea. Una mala caída.
Los caminos serpentean el valle. Unos van de linde a linde , otros se pierden más allá de las colinas del horizonte. La carretera comarcal cruza el rio por dos pequeños puentes y va dando suaves giros aquí y allí a lo largo del paisaje. Es la que me lleva a Huete cuando voy a la farmacia o a comprar perrunillas sin gluten o dar una vuela y tomarme un buen café en un bar en el que lo hacen bien cargado.
El cielo allí no me llama la atención especialmente. Lo cruzan muchos aviones que llegan a Madrid desde el Norte y el Este. En los días sin nubes el cielo está cruzado de lado a lado por las estelas blancas que van dejando los aviones. Aquel cielo azul intenso de Bonabal aquí no exite. La luz es más pálida, más blanca. En otoño sí se enciende el horizonte en la puesta de Sol y la luz es maravillosa , especialmente si ha llovido. La sierra se vuelve morada y la tierra del valle oro y naranja y los calveros calizos parecen de marfil, la carretera una cinta de plata vieja que aparece y desparece entre las ondulaciones del valle. Simpre allí, he mirado más la tierra que el cielo.
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